La muerte de una librería Cancunense

Lettera, dice adiós

Tibor Fischer escribe en su cuento El Tragalibros “había aprendido que los libros estaban hechos de esperanza, no de papel. La esperanza de que alguien leyera tu libro; la esperanza de que éste cambiase o mejorara el mundo... y la esperanza de aprender tú algo, de entretener o impresionar”. Quizá esa esperanza es también lo que lleva a algunas personas a poner una librería, como Lettera, la esperanza de Adriana Valek, quien hace tres años inició un proyecto para Cancún, una librería de fondo, con autores imperdonables, con clásicos y con novedades, con Camus y con Dostoievski, con Platón y con Cervantes, con Palahniuk y con Kafka.
Esa apuesta por poner un centro de discusión, de encuentro, de opciones y ventanas a otras historias, a otros mundos, a otras lenguas y a otras formas de pensamiento, una librería capaz de albergar a Saramago y a Byron, a Bukowski y a Fuentes, a Paz y a Sartori, a Rowling y a Carroll, a Brown y a García Márquez; esa librería, dice adiós en medio del hermetismo de esos once lectores asiduos y de miles de cancunenses, para los que Lettera fue invisible durante tres años.

La historia
Sin duda, la falta de lectura en la población mexicana es alarmante, pero este fenómeno, crece en extremo en Cancún, Lettera, de acuerdo al planteamiento inicial de su dueña, requería de 25 clientes al día para ser un proyecto viable, en una ciudad con casi un millón de habitantes no resultaba descabellado conseguir 25 clientes diarios, dado el nivel de ingresos de la ciudad, el tipo de población y las características de Cancún, parecía lógico que funcionara una apuesta de este tipo, pero no fue así.
Desde su inauguración, Lettera tuvo, en promedio, 11 clientes diarios, cantidad que no cambió a lo largo de tres años de existencia. Adriana Valek no sabe a qué se debió, hizo de todo, presentaciones, cuenta cuentos, puso incluso una sección de cafetería, pero la gente de Cancún no entró.
Adriana había puesto un tope de tres años para el proyecto de Lettera, los tres años pasaron y la cantidad de clientes nunca se incrementó. Con los altos costos de la vida cancunense, con una librería sin nuevos lectores, el proyecto de Adriana parecía condenado a la extinción, y así fue.

El problema
¿Por qué la gente no lee? Ese es un enigma difícil de explicar en estas páginas, serán muchas cosas: la televisión, el cine, la falta de incentivos por parte de padres, profesores, amigos; la inercia y apatía generalizada de los jóvenes, la ausencia de intelectuales, de círculos culturales, de espacios que concentren el pensamiento, la crítica, las ideas, las palabras.
Además de la falta de lectores, Lettera se enfrentó a terribles decisiones de editoriales, que ofrecieron a los grandes centros comerciales (léase Walmart, COSTCO, etc), las novedades editoriales (como el famoso Código Da Vinci), lo que les permitía a los grandes consorcios vender más barato los libros, ya que no son la prioridad de esas tiendas, y sí, en cambio, afectaban directamente los ingresos de librerías como Lettera.
Otro de los problemas a los que se enfrentó esta librería, como todas (las pocas) que existen en Cancún, es la falta de solidaridad de los ciudadanos cancunenses, quienes, no se comprometieron con éste proyecto (y con muchos otros), ya que muchos lectores preferían comprar sus libros en el aeropuerto, en sus viajes a la ciudad de México, por internet o en cualquier otra forma, sin comprometerse a apoyar un proyecto de su ciudad. Recuerda Adriana Valek “hubo casos en que algunos de mis clientes llegaron a contarme que habían ido a México y gastado hasta 9 mil pesos en libros allá”... eso desalienta a cualquiera.

Vacío Cancunense
Uno de los graves vacíos en Cancún, son los espacios culturales, lugares que sean puntos de encuentro, de discusión, de expresión artística, además de verdaderos profesionales de la cultura, no gente improvisada que se hace cargo de instituciones o espacios; además de la falta de académicos dispuestos a fomentar, no sólo el interés por la lectura, sino por el cine, más allá del cine comercial, cine de arte, teatro que no sea de revista o musical, por las artes plásticas.
En Cancún falta la sed de arte, de aprendizaje, y por parte de las autoridades hay un vacío en este tema. No hay espacios, no hay propuestas, no hay apuestas. Quizá sea, como decía una amiga, que Cancún es una tierra de esclavos, donde trabajas y tu tienda de raya es un antro, donde te embriagas y vuelves a la rutina, a no pensar, a cumplir, a no buscar, a no cuestionar nada de lo que pasa alrededor.
Quizá sea que es mejor que en Cancún sigamos siendo un atractivo turístico y no una ciudad, a pesar de tener casi un millón de habitantes, quizá esa es la apuesta de un vacío, de una permanencia en ciudad de servicios y vicios.
Se va Lettera, un bastión de la lectura en la ciudad, un espacio que ofreció autores, temas, países, iconografías, mundos, universos, poesía, narrativa, pensamiento contemporáneo, clásicos, economía, política... nos quedamos los cancunenses huérfanos de esta historia, ero como dice Adriana Valek, es momento de apoyar a los que quedan, de visitarlos, de difundirlos, de buscar círculos que se encuentren, de apoyarlos en la práctica, asistiendo, comprando, participando. Sólo así podrán abrirse y subsistir los pocos espacios que nos quedan.
El Papa Pío II escribió alguna vez en una carta “sin literatura, toda época está ciega” habría que decir también que sin librerías, una ciudad permanece en la oscuridad... Aquello de que en tierra de ciegos el tuerto es rey, es una mentira, los ciegos siempre terminan obligando al tuero a sacarse el ojo, para que sea igual a los demás, y eso pasó con Lettera.
Ahora sólo quedan estantes vacíos, libros que vuelven a cajas para ser enviados de vuelta a las editoriales, historias que pudieron ser disfrutadas y comentadas, permanecerán en silencio; es la tristeza de una librería que se cierra, es la pérdida, que se hace inventario.
Dicen que la esperanza muere al último... Y sí, en Lettera la esperanza fue lo último que murió...