Los Pescadores de CANCUN

Las embarcaciones suspiran por el mar, amarradas al muelle desde hace diez días, sin posibilidad aún de remontar el horizonte que justifica la existencia de sus proas. Los pescadores, tristes, añoran las olas y observan el vacío silencioso que persiste en sus redes. Es Puerto Morelos, un lugar en el que Wilma continúa haciendo estragos, a pesar de que salió de esta agua hace más de una semana.
Nicolás Escamilla, dueño del “Alacrán” afirma que están parados desde el día 19, “no podemos salir a pescar, el mar está revuelto y no hay nada ahí”, dice mientras continúa las reparaciones del “Alacrán”, embarcación que, como muchas otras, sufrió diversos daños durante el paso de Wilma.
Y es que Wilma arrasó Puerto Juárez, lanchas hundidas, toldos de embarcaciones que volaron, naves volteadas que debieron ser rescatadas días después por los propios pescadores, una escuela con ventanas rotas, una playa sin arena, y rostros de desolación y tristeza alimentados por saber que aún es imposible volver al mar a realizar el trabajo que han hecho durante décadas.
Nicolás, un pescador libre como tantos otros, lamenta que el apoyo sea nulo, “nadie ha venido, apenas un par de reporteros, pero nadie nos ha traído ni una despensa”. Su situación, como la de los pescadores de esas 100 embarcaciones, entre barcos y lanchas, es desesperada, diez días sin salir al mar, sin poder pescar para vender, ni para alimentar a sus familias, “apenas botamos las redes aquí cerca para sacar algo para nosotros”, afirma con la mirada puesta en el horizonte, que hoy todavía se antoja muy lejano, Nicolás espera que sea cuestión de cuatro o cinco días para que se asiente el mar, es un optimismo de marinero que otros no comparten.
Pero no es sólo que los barcos no puedan hacerse a la mar, el problema también está en los campamentos pesqueros, de los cuales no quedaron ni los techos de lámina, y afirman los pescadores, nadie ha hecho nada por nosotros.
Las redes siguen en su sitio, los barcos se mecen pegados al muelle y la madera cruje. Leonardo Zim Tuz, sentado en las rocas que quedaron desnudas en Puerto Juárez, donde antes había arena, piensa ya en remontar las olas hacia Progreso, en busca de combustible, hielo y víveres para salir a pescar en esa zona.
Las pérdidas, coinciden los pescadores de escama, son grandes, “en un buen día uno puede sacar hasta una tonelada, lo que significan mil pesos, pero llevamos diez días parados, haz la suma… lo único que vendemos es lo que estaba congelado”.
Roberto Sánchez, mientras revisa el motor de una lancha que se volteó, con la esperanza de rescatar algunas piezas, afirma que están “desamparados, nadie nos ha venido a ayudar y se han olvidado de nosotros por completo”. Su pequeña embarcación fue rescatada entre amigos, con la ayuda de otros pescadores y con la solidaridad que el mar enseña entre aquellos que botan sus redes todas las mañanas.
Para los pescadores de la cooperativa Horizontes marinos, que viven de la captura de Langosta, la situación es la misma. Con una de las paredes completamente caída, la cooperativa tiene una vista al mar que antes no existía. “Nuestras pérdidas son totales, en una semana, cuando nos va bien, logramos sacar 40 kilos; cuando el mar no quiere, sacamos 10 kilos, pero llevamos prácticamente diez días sin salir”, afirma Jorge, mientras observa el horizonte con tristeza a través del hueco que dejó la pared.
Como todo en Quintana Roo, los pescadores sólo pueden concentrarse en reparar embarcaciones, redes, motores, mientras observan añorando el horizonte en el que apenas despunta el sol.
Nicolás Escamilla, a bordo del “Alacrán”, más por costumbre que por necesidad, con más de 30 años de pescador, sonríe cuando llega a sus oídos esa frase trillada “a río revuelto, ganancia de pescadores”… “esa frase la dijo alguien que no sabía pescar” afirma con un dejo de ironía y una tristeza que se le nota en las manos callosas, ansiosas de volver al océano.