ESTE CUENTO NO SE GANÓ NADA

En un concurso al que lo metí, ni una paleta, chicle, NADA... pero me gusta y ahora lo comparto (TIENE DERECHOS DE AUTOR, NO ROBEN)...

DECISIÓN
Ella dijo que yo pude haber evitado esa muerte... Fueron sus palabras exactas cuando le conté, después dio un último trago al café que tenía en el tocador y en silencio se fue a dormir. Me quedé pensando en el accidente y si en verdad lo pude haber evitado. Se me había ido el sueño.
Era un lunes caluroso, un lunes como cualquier otro en un verano infernal, el tráfico insoportable, el semáforo enfermo que no curaba la parálisis automovilística, un autobús, como de costumbre, detenido en doble fila, parado mientras el semáforo estaba en verde. Yo esperaba que se pusiera el rojo para aventurarme a cruzar la avenida, no tenía prisa. Al otro lado de la calle un hombre parecía desesperado por avanzar, por cruzar ese tramo y seguir su camino, yo esperaba que el caos se calmara para exponerme a la enorme avenida de cuatro carriles.
Miraba al hombre empapado en sudor, la corbata parecía asfixiarlo, en sus ojos se reflejaba la desesperación, quizá iba tarde hacia alguna cita, tal vez de trabajo, o su esposa estaba en el hospital de la siguiente cuadra, o sus hijos lo esperaban a la salida de la escuela, uno nunca sabe por qué los otros tienen más prisa que nosotros, hasta que nosotros tenemos prisa. La desesperación en su rostro y en sus movimientos era resultado de eso que hace que una persona ya no pueda esperar.
Dio un paso frente al autobús que estaba del lado de la banqueta, llegó al segundo, el de doble fila, el semáforo seguía en verde, pero no pasaban coches. Volteé hacia el camino, un camión de pan dulce venía a toda velocidad, se acercaba mientras el hombre seguía sobre sus pasos, vi el camión, al hombre, los dos en la misma dirección, dos líneas perpendiculares a punto de encontrarse, y yo, parado, como mudo testigo.
Ahora que lo pienso, es cierto, quizá pude haber gritado o hecho alguna seña para evitar que se encontraran, pero mi cuerpo no se movió, sólo mis ojos que iban de uno a otro, recorriendo distancias cada vez más pequeñas entre sí... acercándose, el hombre, el autobús, las placas, la corbata, el anuncio de pan, el sudor en la frente, un pie, una llanta, un portafolio, un parabrisas....
Un encuentro violento en el mismo punto, un estallido, un rechinar de llantas, un grito ahogado, un silencio en la esquina, un golpe seco, conmoción, sangre en el pavimento, un parabrisas estrellado, un cuerpo proyectado varios metros por el aire, un zapato, el portafolio abierto, papeles volando sin dirección, el chofer con la nariz rota, temblando, bajando del camión, un calcetín roto, la gente acercándose poca poco, como un una procesión, gritos, pordioses, avemarías, auxilios. Todo frente a mí y mi silencio.
Luz roja, luz azul, intermitentes, una sirena aullando, una ambulancia que no tardó en llegar, una patrulla y un policía gordo intentando averiguar de quién había sido la culpa, y yo estático, sin emitir una sola palabra, en un silencio sepulcral que paralizaba todo mi cuerpo, observando, viendo cada detalle, una escena que se repetía en mi mente, cuando ya había sucedido, un flashback interminable, quizá, intentando encontrar el momento en el que pude haber gritado, hecho una seña, o movido los brazos.
Ya no fui a trabajar, me sentí con unas ganas inmensas de beber, me metí en el primer bar que encontré y ahí pasé más de medio día, bebiendo, cantando con un mariachi desafinado, en una extraña fiesta personal.
Cuando cayó la noche, pagué mi cuenta y me dirigí a casa. Mi esposa no estaba de buen humor. Me preguntó dónde había estado mientras se quitaba el maquillaje frente al espejo, yo le conté lo que había pasado esa tarde.
Ella dijo que yo pude haber evitado esa muerte...
Tal vez... sí... tal vez... no...
Lo cierto es que, por un momento, tuve la vida de un hombre en mis manos... y tomé una decisión.