NECESITO DROGAS

todas aquellas que terminen en ina, una droga para amanecer, otra para andar, una para hablar, para callar, para respirar, para sentir, para mirar, para doler, para razonar, para caer, para levantarme, para reir, para recordar, para la ansiedad, para la ausencia, para concluir, para bajar, para elevarme, para ser humano.
Necesito una casa con alas, una cama de soles rojos, una despedida de palabras huecas, un silencio sin muecas absurdas, una adivinanza imposible de descifrar, un desayuno de estrellas apagadas, una llegada, un andén, una mirada, un roce, una espiral, una voz, un corazón, un esqueleto más flexible, un alma, un ADN.
Necesito una sonrisa que no lo sea siempre, un paracaídas roto para saltar al vacío, una catástrofe en las sábanas, un tiempo que pare de vez en cuando, un cuaderno sin espacio, un cometa, una taza vacía para alimentar fantasmas callejeros, una oficina junto a dios, un río ante mis pies, una carretera en el cuerpo, un perdón que se vea en el espejo, un ritual de verdad, un ataud para las promesas que no cumpliré, un fuego que se apague automáticamente, un mundo sin líneas divisorias, un viaje lejos de la tierra y verla desde arriba, una ansiedad sin tantos meses, un tiempo qué perder.
Necesito robarle poemas a las horas, palabras a las catedrales, a las rodillas, a los artistas, al teclado desafinado de la computadora, a los suicidas, a los días que se sientan a mi lado a ver la noche llegar, a ocasos mágicos llenos de balas, a los minutos que se apresuran a serlo.
Necesito un lenguaje nuevo que no requiera de abecedarios ni mapas, cuyos adjetivos sean guantes de piel y no espinas, de dragones, golondrinas y huracanes, de museos, moluscos, mosquitos, marmotas, mariposas, misiones, mercenarias, mercerías, mares, marqueses y malabares en la piel.