04 octubre 2005

Cancún, después de Emily

Don Jorge vuelve a hincar la navaja en la madera, talla formado una máscara mientras algunos turistas curiosos observan atentos los rápidos movimientos de sus hábiles manos, es el mercado 28, es la vuelta a la normalidad de una ciudad después de un fenómeno meteorológico como Emily.
La ciudad vuelve a adquirir su ritmo, nuevamente los taxis corren a toda prisa y se paran para decirte que no van para donde tú vas, nuevamente los camiones se detienen en doble fila y dejan bajar a los pasajeros a media calle, nuevamente algunos semáforos evitan que la gente se estampe por esa prisa inexplicable que los hace tocar sus claxons, como si las distancias en Cancún fueran mayores a 20 minutos en auto, los motociclistas que nunca han usado casco, siguen andando igual por las calles.
Las ventanas abiertas de las casas, con los rastros de pegamento en forma de bandera inglesa, ofrecen un espectro musical, de algunas sale cumbia, a veces rock, a veces pop, es el multicolor sonido departamental. Los novios de secundaria, aprovechando las vacaciones, se besan debajo de un árbol que está más ladeado que antes, los niños juegan en columpios, sus padres los observan, las gasolineras atienden autos sin preocuparse por la cantidad de combustible, nuevamente el ritmo del trabajo, la rutina, la cotidianeidad, se respira por las calles, parques, plazas y avenidas de Benito Juárez.

Comercio
Los aparadores vuelven a mostrar la mercancía, los vestidos de diseñador que cubren la piel de plástico de los maniquíes, en las tiendas departamentales la gente se detiene ante perfumes y fragancias, o buscan bikinis y protectores solares, hace calor y el mar no está en calma, la playa los llama silenciosamente.
Los supermercados muestran estacionamientos no tan llenos, en los que los consumidores compran, ahora, pollo, carne, pescado, fruta y verdura, alimentos frescos para quitarse el sabor a metal del atún enlatado y las legumbres en conservas, los enlatados seguirán almacenados en la alacena, esperando. Los padres de familia comienzan a comprar la lista de útiles escolares. Las cajeras del supermercado lucen cansadas, pero las filas no son inmensas ni existe esa prisa del pasado fin de semana, así que pasan lentamente los productos por el scanner que registra automáticamente los precios.
Las chiapanecas, con sus pesadas faldas, vuelven a tender sus mantas para ofrecer a los turistas, sobre todo extranjeros, esas artesanías en colores vibrantes que sólo ellas pueden confeccionar. Las señoras que hacen trencitas en la calle no se dan abasto con el turismo extranjero y local, en el parque de las palapas, el olor a fritanga vuelve a llenar el aire, mientras el silencio se rompe por el sonido de una cumbia salida de una grabadora vieja que distorsiona la música.
En los minisupers, el agua de garrafón vuelve a ser parte del decorado, junto con el pan en caja y las galletas saladas, la gente entra en busca de cigarros y refrescos de cola, mientras los empleados despegan con gasolina los restos del pegamento de los vidrios.
Las automotrices vuelven a sacar los autos a exhibición, coches con olor a nuevo bajo el sol, esperando dueño, adornando el paisaje, ofreciendo sueños.
Las taquillas del cine se encuentran abarrotadas, es miércoles de dos por uno y Madagascar y los Cuatro Fantásticos dominan la demanda de diversión en 35 milímetros. Los bancos no tienen filas interminables, ni los cajeros automáticos se quedan sin dinero. Los que apuestan a hacerse millonarios en el yak llegan temprano y esperan ansiosos que abran las puertas de la fortuna. La gente camina por las plazas sin comprar, mirando atentamente las ofertas que no aprovecharán.

Restaurantes
Los anuncios de bebidas al 2x1 vuelven a ser la parte central del decorado de muchos establecimientos, las mesas en la calle, los volanteros que ofrecen promociones en equis lugar, los repartidores de pizza que manejan a toda velocidad esperando llegar antes de la media hora, mientras las familias vuelven a sentarse alrededor de una pizza crujiente y con más ingredientes que los dedos de una mano; en las fonditas, los trabajadores saborean la comida corrida antes de volver a trabajar. Algunos turistas se sientan a disfrutar de un platillo típico mexicano, o buscan una pasta italiana. Los cafés vuelven a llenarse de gente que paga una taza y consume diez, mientras la vida pasa enfrente.

Vida
Las mismas señoras se arreglan las mismas uñas en el mismo salón de belleza, las bicicletas fijas están llenas de mujeres demasiado preocupadas por su figura en la clase de spinning, los jóvenes revisan atentos su musculatura en los espejos del gimnasio, el punching bag vuelve a recibir golpes sin furia en la clase de tae kwon do, la señora que lee el tarot vuelve a decirle a la jovencita que encontrará a su príncipe azul; los sobres, sin cartas y con cuentas por pagar, se atiborran en el correo de los edificios, los turistas de color rojo por exceso de bronceado sin bloqueador, compran sombreros de charro y se emocionan ante el mantel con la piedra de Sol, los internets vuelven a llenarse de gente que cuenta, por correo electrónico, su experiencia de Emily; en la calle, algunos observan a los trabajadores de CFE que reinstalan el cableado, los niños pequeños juegan con la pantalla en la cual aprenden a utilizar windows este verano, los charcos en el pavimento vuelven a ser los de antes, nadie podría decir si son más grandes o más pequeños; mientras en la librería, la dueña enciende la cafetera, consciente de que venderá más capuchinos que Saramagos o Camus, todo ha vuelto a la normalidad en Cancún.
Todo ha vuelto a la normalidad, mientras Don Jorge vuelve a hincar la navaja en la madera... a lo lejos una nube amenaza lluvia, igual que Emily amenazó desastre...

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·#elmundodestephen

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